Aproximándose tan importantes elecciones en México y viéndose a todas luces que quienes efectivamente tienen el poder han decidido imponernos a Andrés Manuel López Obrador (parece ser que a Enrique Peña Nieto, no obstante estar apoyado por al brazo PRIista de la misma conjura, ya lo han dejado abandonado a merced de las fieras) he considerado necesario seguir publicando por partes este artículo, con el propósito de recordarles a nuestros compatriotas lo que puede suceder de llegar los comunistas, socialistas y demás ateos, anticatólicos y enemigos de la moral, radicales o moderados, cobijados ahora por el Partido de la Revolución Democrática, a ostentar el poder en nuestra querida y sufrida Patria
Traducido del inglés por Roberto Hope,
de artículo publicado por Gary Potter en
www./catholicism.org/valor-betrayal-cristeros.html
Antecedentes Históricos.
Pasemos ahora a los antecedentes históricos que prometimos exponer
Los americanos que no estén familiarizados con la historia de Europa
ni con la de su propio hemisferio, mas que en términos muy
generales, supondrán que cuando Hernán Cortés llegó a México en
1519 con su pequeña banda de conquistadores lo hizo bajo la égida
de la Corona Española. Así fue, pero hay más que eso. El que el
Penacho de Moctezuma esté en un museo de Viena y no en uno de Madrid
muestra mejor el cuadro. El soberano de Cortés era el Emperador
Carlos V. Carlos gobernaba España porque esa tierra era entonces
parte del Imperio (el Sacro Imperio Romano Germánico), pero
no fue hasta 1556 que esa tierra llegó a ser una nación como las entendemos actualmente. Fue en 1556 cuando Carlos, deseando pasar
los últimos años de su vida en un monasterio, dividió el Imperio renunciando a la dignidad imperial. Su hermano Fernando fue quien
la asumió. España y los dominios del Hemisferio Occidental,
incluyendo México, fueron asignados al hijo de Carlos, Felipe,
conocido en la historia como Felipe II, un gran monarca por su
propio derecho.
La teoría del Imperio era que La Iglesia y el Estado, el Papa y el
Emperador, colaborarían juntos en forma armoniosa por su paz y
prosperidad con el fin de que sus súbditos se mantuvieran tan
cercanos a Dios como fuera posible. Los escritores han tratado de
describir esta armonía de diversas maneras. Por ejemplo, el Imperio
ha sido asemejado a un tren sobre una vía, los rieles representando
a la Iglesia y sus enseñanzas, que guían al Imperio. Yo prefiero
ver al Imperio como un barco: El emperador va al timón, el Papa va
de vigía en la cofa, atento a los escollos y listo para lanzar una
advertencia cuando divisa alguno. En toda la historia no se ha
intentado una forma de gobierno más ideal que esa.
Desafortunadamente, varias veces a lo largo de los siglos, el
Emperador o el Papa, el uno o el otro, han querido actuar al mismo tiempo como
timonel y como vigía, creando tensiones entre la Iglesia y el
Estado. En ocasiones la tensión se ha converido en conflicto. A ese
grado llegó en 1527, cuando las tropas de Carlos V saquearon Roma.
(Carlos no buscaba el pillaje, pero sus generales fueron incapaces de evitarlo.)
Felipe y los reyes de España que lo sucedieron verían épocas de
tensión y de conflicto declarados entre la Iglesia y el Estado, como
lo habían tenido y lo habrían de tener varios Emperadores. Al final,
fue el estado el que prevaleció en España, aunque nunca al grado
extremo en que eso sucedió en otras naciones. España no fue como
Francia, con el desastre del Galicanismo, ni como el Imperio bajo José II.
Mucho menos se asemejaría a Inglaterra, donde el monarca, Enrique
VIII, simplemente se declaró Cabeza de la Iglesia en ese reino.
Todo esto nos interesa porque, como resultado de ello, durante los
tres siglos en que México fue español. la iglesia de México fue
generalmente obsequiosa de la Corona, aun cuando su posición no se
expresaba en esos términos. Más bien se presentaba que la Iglesia
gozaba de la protección del "Real Patronato" (término que
en efecto se usaba) de la corona. Debe decirse que, por su parte, la
Iglesia no encontraba su posición demasiado objetable, ya que el Real
Patronato le garantizaba derechos que en ninguna parte del mundo goza ella hoy en día. El Rey podía nombrar obispos, ciertamente, pero a
ninguna secta se le permitía ejercer en público lo que, hablando objetivamente, es el
exclusivo derecho de la Iglesia hacer: declarar cuándo una enseñanza religiosa es cristiana y cuándo no
lo es. Llegaría el momento en que la Revolución en México,
sapiente de la historia pasada y negando la inmensa diferencia
entre una corona católica y un estado puramente secular y
anti-religioso que estaba erigiendo, trataría primero de hacer la
Iglesia servil al Estado y luego, de eliminarla por completo.
Monarquía
independiente
El intento no comenzó inmediatamente después de que el País
obtuviera su independencia de España en 1821, Eso fue porque en
esa época los revolucionarios no estaban al mando todavía. De
hecho, los hombres que primero dirigieron el México independiente
eran muy conservadores y casi cada uno de ellos, monarquista, Fue en la misma España donde los liberales habían llegado al poder.
Los mexicanos, con el apoyo de los obispos del País, buscaron la independencia precisamente
por esa razón. Una vez lograda, no habiendo
encontrado un príncipe extranjero que los gobernara, voltearon hacia
un hombre de sus propias filas, Don Agustín de Iturbide, a quien
proclamaron emperador. Así pues, el primer gobernante del México
independiente fue un monarca católico. Los libros de historia que
llegan a mencionar este episodio hablan usualmente de que Agustín I
— el nombre que él tomó — se declaró a sí mismo emperador,
cual si fuera otro Bonaparte. Al contrario, fue ungido canónicamente
por el Arzobispo de Guadalajara.
Debe recordarse en este punto, que en ese entonces México era el doble
del tamaño del país que ha existido desde 1848. Texas, California,
y todo el resto de los Estados Unidos que los norteamericanos llaman ahora el Southwest — todo eso era parte de México. El tener a
un monarca católico ocupando tanta porción de su Norteamérica puso
muy incómodos a los protestantes que dominaban en los Estados
Unidos, una república liberal. Aun un México independiente que
hubiera nacido como una república de carácter católico en vez de
liberal, habría sido inaceptable para ellos. La visión católica
de lo que debería ser una sociedad era muy distinta de la suya. Con
el tiempo, habrían de actuar para eliminar la amenaza que ellos
percibían de un poder católico desafiando al suyo, lo cual hicieron arrebatando la mitad
de México por la fuerza de las armas y luego fortaleciendo la
Revolución una vez que ésta se instaló en lo que quedaba del País.
Por lo pronto, maquinar la caída del Emperador Agustín era su primer asunto a tratar.
Traición
Masónica
Esto no fue difícil dada la fragilidad que siempre caracteriza a las
instituciones de una nación que apenas está naciendo — y en
México no fue más que en otras partes —. En 1823, Agustín I partió
a su exilio en Italia, y se proclamó la República. (Al año
siguiente, creyendo que todavía podía servir a su patria e
ignorando que había sido sentenciado a muerte, Agustín volvió; fue
arrestado a su llegada y fue fusilado,) Entonces fue cuando el
vecino del norte pudo ponerse a trabajar en serio. Si el objeto era
minar la nación como católica, la antigua Catholic Encyclopedia
(1913) explica sucintamente cómo comenzó a lograrse:
"La masonería, tan activamente promovida en México por el
primer embajador de los Estados Unidos, Joel L. Poinsett, comenzó a
socavar gradualmente la lealtad que tanto los gobernantes como los
gobernados manifestaban a la Iglesia. Poco a poco se fueron
promulgando leyes contra la Iglesia, limitando sus derechos, como sucedió,
por ejemplo, en 1833, excluyendo a los clérigos de las escuelas
públicas, no obstante el hecho de que en esa época el presidente
Don Valentín Gómez Farías reclamaba para el gobierno republicano
los mismos privilegios que había tenido el patronato real, con la
facultad de designar ocupantes de las sedes episcopales vacantes y
de gozar de otros beneficios eclesiásticos.."
Aun con el riesgo de darle demasiado espacio en este resumen de los
antecedentes históricos de La Cristiada, la referencia que la
Encyclopedia hace a la masonería sugiere la necesidad de
hacer algún comentario acerca del papel que juega en México esta
fuerza particular del naturalismo organizado, especialmente porque la
referencia deja claro que ese ha sido un papel central.
Conceder su centralidad parecería contradecir la opinión expresada
al principio de que el éxito de la Revolución se debe más a nuestra
propia naturaleza caída que a las acciones de este o de aquel grupo u
organización. Sin embargo reconocimos que las fuerzas del
naturalismo organizado, incluyendo la masonería, han tenido una
parte importante que jugar en impulsar el "avance" de la
Revolución. En ninguna parte ha sido el caso tan notorio como en
México. Usualmente, la masonería puede percibirse tras bambalinas
en Francia en 1789, en la fundación de la República liberal de los
Estados Unidos, en Rusia en 1917. Pero en México ha permanecido al frente
y al centro.
Para dar un ejemplo; tan recientemente como en 1979, cuando el Papa
Juan Pablo II visitó México en su primer viaje al extranjero como
Sumo Pontífice, varias logias del País pagaron anuncios de plana
completa, todos a su propio nombre, en los periódicos de la Ciudad
de México, protestando por la visita y presagiando funestas
consecuencias.
Lo que sea su poder e influencia en los Estados Unidos, los masones
de ese país jamás han sido así de abiertos para exhibirse a sí
mismos ni para mostrar qué es lo que verdaderamente buscan.
(Desde el punto de vista masónico, lo que ha sucedido desde la
primera visita del papa a México ha sido fatal. No sólo es ahora
legal que los sacerdotes se pongan el cuello clerical, se les ha dado
el derecho de voto. Todavía peor, un católico practicante, Vicente
Fox, ha llegado a la Presidencia de la República. Más aún, ha
declarado que en su juventud fue inspirado por historias de valor de
los Cristeros.)
Si la masonería comenzó a constituir una fuerza en la vida política
de México tan pronto como el primer enviado de los Estados Unidos
llegó al País, para los años veintes del siglo XX, ya lo era en un grado mucho mayor. Esto fue reconocido por Emilio Portes Gil,
designado personalmente por Calles, cuando llegó a presidente en
1929 y declaró: "En México, el Estado y la Masonería son una
misma cosa."
Si ese era el caso con el Estado Mexicano, era inevitable que de la misma manera lo fuera mucho con el Ejército Mexicano
Típico de sus oficiales fue el General Joaquín Amaro, Ministro de
Guerra en la época de la Cristiada. Hubo una ocasión infame en sus
años de ministro cuando sus colegas oficiales y masones le hicieron
una fiesta en la Iglesia de San Joaquín en la Ciudad de México el
día de su santo. La fiesta incluyó la actuación de una parodia
sacrílega de la Santa Misa, con todo y champaña tomada en los
cálices.
(No tan típico fue que el General Amaro se hubiera convertido a la
Fe Católica hacia el final de su vida. Algunos dirán ahora
probablemente que fue muy a propósito el que haya legado su muy
extensa biblioteca de literatura anti-católica a los jesuitas.)
(continuará)